El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, es decir, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el enviado a tierra en representación de la bondad y el amor del Padre y del Hijo para con nosotros, actúa como guía en la Iglesia ya que lleva al pueblo de Dios por los caminos de la verdad y de la justicia, ayudando a la conversión de los hombres y mujeres pecadores hacia el servicio a Dios.
Orígen del Espíritu Santo
Procede del Padre y del Hijo, y con el Padre y el Hijo son una misma naturaleza, trabaja en perfecta unión con el Padre Celestial y nuestro Salvador. En la Iglesia Católica, este Consolador es representado por medio de una paloma, esto por el acontecimiento en el Bautismo del Señor, en donde el Espíritu de Dios se hizo presente por medio de una paloma blanca.
Jesús Promete al Espíritu Santo
Jesús antes y después de partir al padre anunció la venida de un ser que nos guiaría, consolaría a los apóstoles quienes estaban afectados por los acontecimientos que se aproximaban. En el evangelio de Juan 14,16 y 14,26 encontramos: Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro consolador para que esté con vosotros para siempre. Pero el consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que he dicho.
Cuando Dios envía su espíritu, proyecta, o dirige, su energía hacia un lugar en concreto —sea donde sea— para que se cumpla su voluntad.
El Espíritu Santo ha estado entre nosotros siempre
En los distintos libros que conforman la Biblia encontramos que el Espíritu Santo ha obrado entre nosotros desde nuestra creación, ha estado presente para guiarnos, corregirnos, dar vida y ayudarnos en medio de las vicisitudes de los tiempos.
La visita más conocida por todos es la del Día de Pentecostés luego de la muerte del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo visitó a los Apóstoles y les dio esperanzas en medio de la persecución y hostigamiento por parte del Imperio Romano.
La Venida del Espíritu Santo según el Libro de Hechos
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban.
Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se dividían y se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les hacía expresarse (Hch 1,1-4).
“El Espíritu Santo descendió sobre el Hijo de Dios, que se hizo Hijo del hombre, habituándose junto a Él a habitar en el género humano, a descansar en los hombres, y realizar las obras de Dios, llevando a cabo en ellos la voluntad del Padre y transformando su vetustez en la novedad de Cristo” (Adv. haer. III, 17, 1).
El Espíritu Santo y los Sacramentos
Nosotros creemos que si pedimos el Espíritu Santo podemos recibirlo si nuestro corazón está bien dispuesto. La humildad es la tierra fértil donde la vida en el espíritu puede germinar.
Además los sacramentos son canales de gracia en donde recibimos la efusión del Espíritu Santo. De manera especial el sacramento de la Confirmación.
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