V enezuela vive la peor crisis humanitaria de su historia. Tras décadas de un régimen chavista que ha instrumentalizado la pobreza para perpetuarse en el poder, la población venezolana «se ha convertido en los últimos cinco años en un pelotón de supervivientes».«Nunca en mi vida había visto algo así. Los padres de familias dejan de comer para poder alimentar a sus hijos. La clase media ha desaparecido», denuncia a este periódico Carmina Lombano, directora de Cáritas Diocesana de Acarigua (en el centro oeste del país). El panorama es tan desolador que los templos han dejado de ser un lugar de culto o de celebración de los sacramentos para transformarse en improvisados comedores sociales, roperos y farmacias.
«Los niños mueren por falta de antibióticos, el salario medio de un hogar es de cinco dólares, mientras que un cartón de huevos cuesta 3,50. Tuvimos que poner en marcha una olla popular porque los niños se desplomaban en la escuela por falta de comida», explica a ABC el padre Wilfredo León, párroco de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en un barrio muy populoso de la ciudad de Araure (en el centro oeste de Venezuela).
En cada parroquia del país, hay un comedor. Solo la Iglesia de San Sebastián de Maiquetía (en la periferia de Caracas) da de comer casi todos los días a 150 personas, la mayoría ancianos, personas con discapacidad y padres con niños. Cuando abrieron el comedor en agosto de 2016 solo daban de comer un día a la semana, pero ahora ya son cinco. Una de esas beneficiarias es Maira González y sus tres hijos. «Nosotros venimos tres veces a la semana. Es una gran ayuda porque así la comida de casa la podemos estirar un poco más», asegura.
Alarmante
El estado de emergencia que vive el país es tan alarmante que el propio cardenal Baltazar Enrique Porras, administrador apostólico de la diócesis de Caracas, se ha visto obligado a pedir recientemente a la Conferencia Episcopal Española que todas las instituciones eclesiales ayuden a la Iglesia venezolana para poder atender las necesidades más urgentes de la población.
La asociación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) ha cogido el testigo y ha decidido dedicar su campaña anual de Navidad a los cristianos de Venezuela. «Queremos abrir los ojos ante un país que agoniza y cuya situación no se conoce suficientemente», asegura Javier Menéndez Ros, director de AIN-España.
El objetivo de esta campaña es recaudar fondos para apoyar la labor de los comedores, la construcción de pozos de agua, la compra de generadores eléctricos y la reparación de algunos vehículos para facilitar el desplazamiento de los sacerdotes. También pretende facilitar la adquisición de más de 5.000 biblias, además de apoyar a los presbíteros a través de los estipendios.
Pero el apoyo de AIN quiere convertise sobre todo «en un mensaje de esperanza» para todos los ciudadanos, al mostrar «una Iglesia que está funcionando como columna vertebral de la ayuda enVenezuela. La Iglesia lleva la batuta en toda la labor humanitaria», asegura Menéndez Ros. Para el director de AIN-España, la Iglesia de Venezuela «está actuando en bloque, volcada en la ayuda a los más necesitados y se ha convertido en la mayor esperanza para muchos ciudadanos que no pierden la fe pese a las enormes dificultades que viven».
Los sacerdotes también son víctimas de la crisis social que afecta al país. El 80 por ciento reciben estipendios de AIN, ya que los fieles no pueden sostener las parroquias. «Vivimos de la gran bondad de la providencia divina», asegura el padre Wilfredo León. Los estipendios no solo son una buena fórmula para sostener a los sacerdotes sino también para ayudar a toda la comunidad cristiana, explica Menéndez Ros.
La escasez de alimentos y medicamentos es tan grave que muchos presbíteros también se han visto tentados a abandonar el país, como ya ha hecho el 15 por ciento de la población, según datos de Naciones Unidas. «He visto muchos sacerdotes marcharse. Caen en la ilusión de salir de Venezuela y dejar a las ovejas a la deriva pero nuestro trabajo es luchar a brazo partido dando lo mejor de nosotros mismos», asegura el padre León.
«Esto es invivible»
La Iglesia es de las pocas instituciones que se mantienen en pie en medio del caos. «Para nosotros el párroco es nuestro guía. Nos ayuda a mantener la fe y la esperanza. Si no tenemos fe no vamos a salir del pozo en el que estamos», asegura a ABC Sonia Rosas, feligresa de la parroquia San Miguel. Dos de sus tres hijos están fuera del país. «Viven en Colombia para poder mantener a sus familias. Aquí es invivible. No hay qué comer, ni cómo vestirse. Los medicamentos son un artículo de lujo», asegura Sonia. «Estamos aquí porque Dios nos tiene aquí y porque tenemos una misión», añade.
El mayor sufrimiento para el padre León es «ver la manipulación ideológica que sufre la población». «Nuestro trabajo también es ayudar a despertar conciencias frente a este ensayo diabólico que está destruyendo nuestro patria», asegura. Siguiendo la línea de denuncia pública que ha asumido la Iglesia venezolana, el sacerdote asevera que los ciudadanos «viven un drama permanente que nunca imaginaron que llegarían a vivir». «Esta plaga que se llama socialismo populista y que afecta a muchos países latinoamericanos es en realidad una mafia de corrupción y genocidio», se lamenta.
Fuente: ABC de España
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