Lecturas y evangelio de hoy Viernes 03 de Junio de 2022 - Ciclo C

Os Daré Pastores

Lecturas y evangelio de hoy Viernes 03 de Junio de 2022 - Ciclo C
Os Daré Pastores

«Os daré pastores según mi corazón» (Jer3, 15, en el epígrafe de Pastores Dabo Vobis).

No es difícil escribir un texto lleno de amarguras, rechazo, malevolencia, e injurias. Imagino que por esto algunos resentidos se dedican al periodismo de opinión. Paradójicamente es complejo ensalzar a quien lo merece, manifestando complacencia y admiración, sin propasarse en halagos y reconocimientos. Es una grata dificultad que confieso, ante el acontecimiento de la llegada del cuarto arzobispo coadjutor de la arquidiócesis emeritense.

También confieso que la noticia fue sorprendente, aunque la decisión papal es más que sensata y era de esperarse, dadas las importantes responsabilidades eclesiásticas que, simultáneamente, han sido encomendadas a mi muy dilecto Cardenal. Los dilemas a resolver en la escogencia de la personalidad idónea para ser el pastor que promete el Señor por boca de Jeremías, en la segunda de las arquidiócesis de este mortificado país, han tenido que ser complejos. Por ello Francisco se habrá asegurado de discernir muy bien al solicitarle a Monseñor Helizandro Terán dejar la guayanesa cátedra episcopal a la que estaba ya habituado, para asumir la mitra merideña.

Al saberlo, lo razonable fue buscar información sobre el prelado, su historia personal, su formación, su desempeño, tarea que recomiendo a quien, leyendo estas líneas, no la haya acometido. Zuliano de apellido notable en Trujillo, el proceso vocacional y formativo de Monseñor Helizandro aparecen apasionantes, y su opción por el carisma agustino llama la atención. El origen de la Ordo Fratrum Sancti Augustini se remonta a los primeros siglos del cristianismo y este carisma brota como una fuente de uno de los primeros y más originales doctores de la Iglesia, santo en cuya vida se reflejan los avatares de nuestra propia existencia.

Elocuente, la franqueza de esa sonrisa que no pareciera apagarse ha sido inmediatamente correspondida por la alegría del pueblo cristiano católico, cuya fe está tan arraigada en estas tierras. Las alocuciones que, por otra parte, ha dirigido a su nueva feligresía, revelan una insólita armonía de profundidad en la fe y sincera sencillez capaces de suscitar inmediato apoyo.

Estudiando la historia de los agustinos en Venezuela, uno encuentra que Mérida fue su primera institución conventual en Venezuela, y que, en 1595, Juan de Milla, el recordado constructor de la Mérida colonial, diseñó su iglesia en el área que hoy ocupa el Santuario del Perpetuo Socorro (“La Tercera”). Un muy buen amigo prepara la biografía novelada de este constructor, íntimamente vinculada con las antiguas andanzas de los agustinos en Colombia y Venezuela. Hasta 1821, cuando el convento fue dolorosamente suprimido, la presencia de la orden dio frutos inagotables en evangelización y atención de almas en la ciudad y en los más remotos parajes de estas serranías.

Hoy podemos decir que la presencia agustiniana retorna a Mérida por la puerta grande, con paso prometedor. En las primeras jornadas, el recibimiento del pastor ha llenado de alborozo las zonas de la arquidiócesis, con empatía que se hizo notar sonoramente en la Eucaristía del pasado viernes. «La Iglesia, Pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da continuamente gracias al Señor», escribió San Juan Pablo II en su bella exhortación post sinodal Pastores Dabo Vobis, palabras que se vieron confirmadas con fuerza en estos primeros días de estada de Monseñor Terán en su nueva responsabilidad guiando estas tierras.

Un acierto más en los tantos escritos de nuestro Cardenal es referirse al nuevo coadjutor, en la exhortación que nos dirige, como «este querido hermano que viene a compartir y dar lo mejor de sí», asegurándonos, en su cordial manera de dirigirse a nosotros, que ha de ser un gran apoyo, junto a él mismo, a su Obispo Auxiliar, y esa gozosa legión del clero que rebosó el presbiterio de la Catedral, para profundizar en los corazones de todos la sinodalidad fraterna que nos solicita el Santo Padre.

Hemos tenido, pues, un gran privilegio siendo testigos de este nuevo acontecimiento en la historia de la ciudad y de la presencia salvífica de Cristo en la arquidiócesis. No queda más sino ponernos a la orden de la historia, al lado de quien esperamos, con suficientes motivos, que sea nuestro pastor “según el corazón de Dios”

Por Bernardo Moncada

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