Las lecturas de este domingo narran una aparición de Jesús a los discípulos en el lago y los primeros pasos de la iglesia naciente. Resaltan el sentido evangelizador de la comunidad cristiana y la presencia en ella de Jesús.
El evangelio no invita a lanzar las redes en nombre de Jesús “sin mí no pueden hacer nada”, confiando en su palabra. Junto a Pedro que sale a pescar hay otros discípulos, siete en total, signo de totalidad, indicando que la evangelización es tarea de toda la comunidad. La pesca en la noche (sin Jesús) es infructuosa, pero cuando le escuchan y siguen sus indicaciones las redes se desbordan; solo con El la evangelización dará fruto. Los 153 peces (para los antiguos eran las especies de peces que existía en los mares) grandes y el que la red no se rompa, significan la plenitud y universalidad de la Iglesia, simbolizan la totalidad de los hombres destinatarios del evangelio, sin distinción de lengua, raza, sexo o condición social. Pedro está desnudo, símbolo de debilidad, antes de conocer a Jesús; cuando lo reconoce “se ciñe la túnica” símbolo de servicio, se tira al agua (gesto de dar la vida) y se sienta a la mesa para compartir el fruto de la pesca =participa en el banquete del Señor y de los hermanos. La frugal comida que siguió a la pesca ha de entenderse en clave eucarística. Jesús repite el ritual de la multiplicación de los panes, que es mismo de la última cena y de Emaús: toma el pan, luego el pescado, y se lo da.
La segunda parte del evangelio, recoge la conversación de Pedro con Jesús. En ella Jesús le confía la responsabilidad y primacía de la comunidad, sobre una triple confesión de amor, que recuerda la triple negación en la pasión. “Me amas- Tú lo sabes todo- Apacienta- Sígueme”. Pedro es el personaje más nombrado del Nuevo Testamento, después de Jesús. Los evangelios le presentan como prototipo de discípulo, no por su ejemplaridad, sino por su conversión. Pedro puede ser un referente para el proceso del discípulo de todos los tiempos.
“El discípulo amado” es el que reconoce a Jesús en la orilla y se lo indica a los demás. Y el amor será el signo y fundamento de la comunidad y lo que logrará que la red no se rompa. Fue el amar “más que estos” lo que trasformó, al Pedro de la espada y de la ambición de los primeros puestos, en discípulo y pastor. El seguimiento y opción por Jesús exige la renuncia a toda forma de poder y de violencia, en la vida y especialmente en el servicio a la comunidad.
No siempre ha sido así. A lo largo de la historia de la Iglesia la red de la fraternidad y del servicio se ha visto desgarrada y rota por mil sutiles formas de ambición y de dominio, sobre la sociedad y al interior de la comunidad. Incluso hemos justificado la violencia y el abuso de poder, en nombre de Dios.
En este momento, en que la propia Iglesia toma conciencia de los abusos de poder que se han dado en su seno, resuena con nueva fuerza el mandato de Jesús y su pregunta a Pedro: ¿me amas más que estos?. Hoy podemos preguntarnos: ¿es el amor lo que nos mueve a los discípulos, especialmente a los pastores?; es el amor quien rige nuestras relaciones y quien inspira nuestras actitudes y decisiones, nuestras normas e instituciones?
Bendecido domingo.
Miguel
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