A un año de su beatificación, modelo de santidad y venezolanidad

Bernardo Moncada Cárdenas

«Yo no pude nunca penetrar en aquella psicología, ni alcancé jamás a descubrir los secretos de aquella ecuanimidad imperturbable. Yo le veía recorrer, con incansable actividad, el intrincado laberinto del mundo, sin comprender qué fuerza le guiaba o sostenía; sus caminos eran los de la virtud y su norte la Eterna Bienaventuranza.» Doctor Francisco Antonio Rísquez

En 1966, se estrenó “A Man For All Seasons”, titulada en Venezuela “Un hombre de dos reinos”, filme que recoge la caída en desgracia y posterior ejecución de Santo Tomás Moro, patrono ejemplar de los políticos. La obra relata el drama de un hombre encumbrado en la corte de Enrique VIII, con el privilegio de que el rey le respete como autoridad. Moro es miembro del Consejo Privado del mismo, y luego elevado al cargo de Lord Canciller, sin incurrir en las intrigas y traiciones generalmente manipuladas para escalar en aquel resbaladizo ambiente de la Corte inglesa. La cinta muestra cómo se puede vivir el desprestigiado y cínico ambiente de la política al mismo tiempo que una fe inquebrantable y sincera, sin sufrir de personalidad dividida; por lo contrario, gozando de una una envidiable unidad psicológica, donde la fe guió una exitosa carrera política y la política, entendida como ejercicio de moral ciudadana y servicio a rey y pueblo, reforzó la fe.

Viene al caso en este primer aniversario de la beatificación de José Gregorio Hernández, para descubrir la multiplicidad de mundos que supo unir en su historia, en su cosmos regido por la fe, La vida del llamado “médico de los pobres”.

Ante la significación histórica de nuestro beato en los albores de la ciencia venezolana, rememoramos el sentido de la santidad tal como la describe el Papa Francisco en “Gaudete et Exultate”, y nos asombra la desbordante humanidad del facultativo, docente, investigador, músico, danzarín, y profundo hombre de Iglesia, la estampita se anima y emerge el varón modelo, la estatuilla tocada con sombrero negro se abre como una crisálida para dejar salir la personalidad de un venezolano ejemplar.

José Gregorio Hernández protagonizó la confrontación de evolucionismo y creacionismo que la filosofía positivista enarbolaba triunfante, para resaltar que ambas tesis no son excluyentes. Fue una presencia de encuentro y unificación, más que el abanderado de una posición de tono más ideológico que científico o religioso. El beato unía ciencia clásica – la de Copérnico, Galileo, y Newton- con ciencia moderna, en el estudio y el ejercicio de la medicina. De la ciencia clásica mantenía la certeza de que existe la verdad, que el cosmos tiene un significado y un sentido, tal como el cuerpo humano los tiene, y que la investigación se dirige en primer término en acercamiento a esa verdad. De la ciencia moderna, la aplicación audaz del conocimiento en técnicas y procedimientos para el bien del ser humano, sobre todo de los más necesitados. Fue pragmático, como Jesús en su tarea de salvarnos; un hombre para toda circunstancia, “A Man For All Seasons”, como Tomás Moro fue.

Los venezolanos de hoy sobre todo en este mundo de confusión y discrepancia, necesitamos la capacidad de ser líneas de unión más de que de separación, más umbrales que líneas divisorias, para lograr la síntesis humana capaz de superar la actual maquinaria de odio, en camino al país que necesitamos; ¡más José-Gregorios!

Cita Fortunato González, en su ponencia, el libro ‘Elementos de filosofía’, donde nuestro beato expresa: «Esta filosofía me ha hecho posible la vida… Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente. Si alguno opina que esta serenidad, que esta paz interior de que disfruto a pesar de todo, antes que a la filosofía, la debo a la religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir, le responderé que todo es uno.»

Entendamos el ejemplo de santidad del Médico de Los Pobres, en el sentido de apertura y unificación confluyentes en una humanidad total, en lugar del aislamiento con moralinas, rechazando a los demás, para que el centenario de nuestro beato aporte mucho más de lo esperado.

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