Los cuatro evangelios nos relatan la curación de ciegos como uno de los milagros, realizados por el Señor Jesús, que causó mayor impacto en los discípulos y que, a través de ellos, nos sigue impactando a los creyentes actuales. Si los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas, narran con acentos teológicos los episodios, el evangelista Juan, en el capítulo 9, indica con claridad que la ceguera física no es tan grave como la ceguera espiritual. (cfr. Jn 9,39-41).
El relato de la curación del ciego Bartimeo, narrado por el evangelista Marcos, es el texto que hoy nos ofrece la Iglesia para nuestra meditación, formación y animación en nuestro crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad. Como relato, a nivel literario, narrativo, está muy bien logrado y como enseñanza teológica/espiritual, es una catequesis fundamental. Existen muchos análisis de este relato desde diversas vertientes, todos muy útiles para la comprensión y la vivencia del texto.
El Señor Jesús va camino a Jerusalén siguiendo una de las rutas tradicionales para los galileos que no querían pasar por territorio samaritano; sabemos que iba a entregar la vida y que “los discípulos tenían miedo” (cfr. Mc 10, 32). Pasa por Jericó y allí un hombre ciego, Bartimeo, que seguramente vivía de la limosna de los peregrinos, le suplica voz en grito: «Hijo de David, ten compasión de mí»; quizá pretendía una colaboración monetaria o, pudiese ser, que habiendo escuchado hablar del Señor Jesús, como el gran sanador, esperar la curación.Pero Bartimeo no es solo un personaje histórico, de su tiempo y en su contexto social; los cristianos de todos los tiempos nos vemos reflejados en él.
Nuestro pecado nos ha llevado a una postración física, psíquica y espiritual. Todos los que nos confesamos cristianos, muchas veces, repetimos desde lo más hondo del corazón: «Señor Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí». El pecado personal, familiar, eclesial, comunitario, nos hace estar postrados, sin calidad de vida. Dolorosamente la ceguera espiritual y mental, nos dice que no estamos ciegos; que lo único que importa es vivir confortablemente aun abusando de los demás; esa ceguera nos lleva a creernos autosuficientes y creer que, en verdad no necesitamos de nadie, mucho menos de Dios, para ser felices; los demás solo deben pasar a nuestro lado y darnos lo que les exigimos.La gente que intenta callar a Bartimeo, sigue presente en nuestras sociedades y culturas.
Hoy valiéndose de todos los medios posibles y de las seducciones más sofisticadas, quieren acallar las conciencias, hacernos creer que la vida buena es la mala, que por lo único que nos debemos preocupar es del propio placer y bienestar; que, en fin, lo que cuenta es el aquí y el ahora. Son muchos los que no quieren que busquemos la ayuda de Cristo Jesús y, por eso, nos dicen que vemos con claridad y no necesitamos ninguna ayuda.
Pienso que Bartimeo empezó “a ver por sus oídos”; apenas le dicen que el Maestro lo llama, deja su “herramienta de trabajo”, suelta el manto que era donde le depositaban las ayudas y rápidamente se acerca al Señor Jesús. “Ver” que estamos “ciegos”, que necesitamos a Dios, que lo material no da la felicidad, que estamos postrados e incapaces de la auténtica libertad, es empezar a recobrar la vista. Afortunadamente siempre hay personas dispuestas a llevarnos la Palabra del Señor y a conducirnos donde está Él; auténticos misioneros de la verdad y de la vida; auténticos misioneros que conociendo a Cristo llevan las personas donde está el Maestro.Un último señalamiento: debemos decirle al Señor que queremos “ver”; no seguir aferrados a nuestras cómodas cegueras y estar dispuestos a acompañarlo en su camino de entrega generosa a los demás.
Aunque nos de miedo, sigamos caminando detrás del Maestro y encontraremos la plena visión de nuestra realidad. Sólo la fe en Cristo Jesús, Señor y Salvador, nos dará la felicidad que tanto buscamos y que está al alcance de la mano. Esta es la finalidad de la auténtica misión a la que somos enviados; a todos nos llama el Señor y a todos nos envía. Que la Virgen Nazarena, nos conceda la gracia de seguir al Maestro con disponibilidad, alegría, decisión y entrega.
Pbro. Cándido Contreras (Octubre 2021)
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