LA POBREZA QUE MATA

La crónica menor

Cardenal Baltazar Porras Cardozo


“La Jornada Mundial de los Pobres se presenta también este año como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente”. Así comienza el Papa su mensaje que tiene mucho que decirnos desde la realidad presente que nos toca vivir. Hace alusión el Papa a las penurias ocasionadas por la pandemia de la que parecía que estábamos por salir cuando irrumpen las guerras como la de Rusia contra Ucrania con sus nefastas consecuencias, aumento de pobreza, muertes innecesarias y dolorosas, interrogantes para todas las sociedades,
porque no son realidades ajenas que podemos eludir.

La frase bíblica, Jesucristo se hizo pobre por ustedes de la carta a los corintios sirve de base para una reflexión sobre la pobreza que nos interpela. “Hay una pobreza que mata, la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no ofrece perspectivas ni salidas”. El Papa la explicita en el contexto mundial de la guerra, en las catástrofes que dejan indiferentes a muchos. Si bajamos a nuestro contexto local, ante los desastres de las lluvias que han arrasado con la vida y las viviendas de muchos en varias partes del país, nos tenemos que preguntar por nuestra respuesta. Claro está que la emergencia exige medidas inmediatas, pero pueden quedarse en el asistencialismo, si quienes estamos bien nos conformamos con algún gesto fraterno. Hay que ir más allá.

Si hay una pobreza que mata, por contraste hay también una pobreza que enriquece, porque “la verdadera riqueza no consiste en acumular «tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban» (Mt 6,19), sino en el amor recíproco que nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido”…”no estamos en el mundo para sobrevivir, sino para que a todos se les permita tener una vida digna y feliz. El mensaje de Jesús nos muestra el camino y nos hace descubrir que hay una pobreza que humilla y mata, y hay
otra pobreza, la suya, que nos libera y nos hace felices”.
“La pobreza que libera, en cambio, es la que se nos presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial… El encuentro con los pobres permite poner fin a tantas angustias y miedos inconsistentes, para llegar a lo que realmente importa en la vida y que nadie nos puede robar: el amor verdadero y gratuito.


Los pobres, en realidad, antes que ser objeto de nuestra limosna, son sujetos que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad”.

“Un padre y doctor de la Iglesia, san Juan Crisóstomo, en cuyos escritos se encuentran
fuertes denuncias contra el comportamiento de los cristianos hacia los más pobres,
escribió: «Si no puedes creer que la pobreza te enriquece, piensa en tu Señor y deja de
dudar de esto. Si Él no hubiera sido pobre, tú no serías rico; esto es extraordinario, que de
la pobreza surgió abundante riqueza. Pablo quiere decir aquí con “riquezas” el
conocimiento de la piedad, la purificación de los pecados, la justicia, la santificación y
otras mil cosas buenas que nos han sido dadas ahora y siempre. Todo esto lo tenemos
gracias a la pobreza» (Homilías sobre la II Carta a los Corintios, 17,1)”.
Este mensaje es duro pero real. Reflexionemos desde esta perspectiva para que no nos
engañemos. Hay que analizar la realidad desde otros puntos de vista para no
conformarnos con dar de lo que nos sobra, viviendo bien y viendo los toros desde la
barrera, al no tener ni tocar de cerca la pobreza lacerante que nos llama a superar las
estructuras de pecado en las que nos movemos. “Frente a los pobres no se hace retórica,
sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin
delegar en nadie”.
“Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, el
camino es el suyo: es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor,
partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los
más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a
los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza”.
66.- 12-11-22 (4420)

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