Por Luis Ugalde SJ
El chavismo llegó hace un cuarto de siglo como esperanza y hoy continúa como miseria y desesperanza. El país (unos y otros) pide a gritos una sola cosa: CAMBIO. Pero no basta querer, hace falta poder para renacer, acertar y sortear en esta encrucijada las desatadas tentaciones políticas que nos llevarían a mayor indigencia.
La primera tentación general es no recordar (unos y otros) que hace 30 años la mayoría sentía que la política de partidos estaba muerta, luego de tantos logros democráticos y transformaciones que desde 1958 en los primeros 15 años convirtieron la democracia venezolana en deseable para nuestro continente. Hoy no basta criticar a este fracasado “socialismo del siglo XXI”, tenemos que entender también, por qué fue celebrada su llegada.
Ahora, la gran tentación del poder decadente es cerrarse en sí mismo sin mínima autocrítica y echar la culpa al imperialismo porque desde el poder a la mayoría se le niega educación, trabajo, ingreso digno y libertades básicas. Siete millones y medio se fueron en busca de esperanza y vida porque un falso “socialismo” estatizó empresas y las quebró y saqueó el país para engordar sus cuentas millonarias en bancos internacionales.
Quienes están en el mando necesitan reconocer su fracaso y la desesperación nacional y abrirse a la necesaria transición que active las fuerzas productivas y democráticas. La tentación es negar la realidad, echar la culpa a otros y atrincherarse en la miseria con control, represión, mentira y silencio obligado de los medios de comunicación.
Las terribles cifras no permiten ocultar nuestra realidad: Estado arruinado y con deuda inmensa, miles de empresas privadas cerradas y solo al 30% de su capacidad las abiertas. Con salarios básicos y millones de pensionados y jubilados en la increíble miseria de 5 dólares mensuales, y todos azotados con una inflación anual superior al 400%, mientras el Estado de Derecho y las instituciones públicas están destruidos por la arbitraria voluntad autocrática. No es posible salir de esta miseria económico-social sin una sostenida inversión productiva de decenas de miles de millones de dólares. ¿Cómo atraer esa inversión creativa que fue espantada con un arrogante “exprópiese”? Entonces el autócrata ordenaba y ejecutaba, pero ahora no hay respuesta al “inviértase” con el Estado en ruinas y sin confianza política para que se produzcan miles de inversiones e iniciativas privadas y renazca otra Venezuela… Los venezolanos tenemos posibilidades, pero si nacemos de nuevo como nación democrática, no con pequeños cambios.
La sociedad civil opositora necesita un candidato único y competitivo para las elecciones presidenciales de 2024. Entre los posibles métodos para escogerlo se eligió la primaria el próximo mes. Obviamente no es el gobierno el que debe organizarlas; este hará lo posible para su fracaso y utilizará todos los medios para dividir, sembrar temor, comprar y activar “opositores” y obstáculos para que las primarias fracasen.
Aquí también se desatan las tentaciones:
La persona que gane la primaria debe sentirse escogida para unir, humilde para sumar fuerzas y derrotar al autoritarismo, y decidida a no fracasar en el inmenso reto de recrear el país. Unir a los demócratas más diversos e incluso adversarios y lograr que muchos gobiernistas se sumen a la transición. La rabia da votos, pero debe ser transformada en formidable fuerza creativa. Los chavistas no van a desaparecer, como no desaparecieron en Chile, en Suráfrica, en la España posfranquista o en Polonia… cuando murieron esos regímenes. Los adictos a la dictadura no se destruyen ni persiguen, sino que se transforman, sí hay líderes exitosos, que los ganen para la construcción de la Venezuela que nacerá de las actuales cenizas. En cambio las rabias y venganzas sólo llevan al fracaso.
Pero no será menor la tentación de los candidatos perdedores y su resistencia a reconocer, proclamar y respaldar al único candidato demócrata con decisión de cambio.
La madre de todas las tentaciones está dentro de millones de venezolanos que necesitan y quieren cambio, pero su apatía los invita a no votar en las primarias. Hay más de 3 millones de jóvenes que no pueden votar porque no están en el registro electoral, otros millones no pueden porque están en el exterior. Es demasiado fácil encontrar razones para la apatía y la crítica; sirven al gobierno que las usará. Pero la primaria es la gran ocasión para la movilización y la siembra de esperanza con 13 candidatos distintos en campaña para el cambio, con decenas de miles movilizados como testigos de mesa, organizadores y movilizadores venciendo la pereza y el miedo. Una primaria exitosa dispara las esperanzas e impulsa esa inmensa fuerza ciudadana, difícil de activarla, pero invencible una vez puesta en pie. Una primaria fracasada es el mayor triunfo de la dictadura y derrota de Venezuela.
También en 1958 a la caída de la dictadura se superaron grandes tentaciones; los que en 1948 se enfrentaron y celebraron el golpe, ahora llegaron a un Pacto Social que hizo el milagro democrático. Y los militares encontraron en esa transición, su extraordinario papel en el rescate democrático y la transformación productiva del país, enfrentando las siempre presentes tentaciones golpistas y también la ilusión guerrillera para imponer la falsa revolución cubana. Hoy también necesitamos y queremos militares que descubran su imprescindible papel en el renacer democrático de Venezuela para transformar la desesperanza actual en esperanza y oportunidades de cambio profundo.
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