Millares de Herodes: El día de los Santos Inocentes

Bernardo Moncada 

«La amenaza más grande que sufre la paz hoy es el aborto,porque el aborto es hacer la guerra al niño, al niño inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, ¿cómo podremos decir a otros que no se maten? Para mí, las naciones que han legalizado el aborto son las más débiles, le tienen miedo a un niño no nacido y ese niño tiene que morir.» Madre teresa de Calcuta

El tiempo de Navidad, como lo concibe la liturgia, recuerdala alegría de la llegada de Dios Niño, pero no es una alegría inconsciente, una emoción que olvide por unas semanas los problemas del mundo. La Iglesia no ignora a quienes sufren. Ello se manifiesta en la presencia de dos fuertes conmemoraciones que aparentemente contradicen la alegría navideña: San Esteban Protomártir, el primer seguidor del Evangelio ejecutado por causa de su fe, el 26, y el día de los Santos Inocentes, el 28. No precisamente un carnaval de sentimentalismo y jolgorio.

El recuento mismo de la Natividad, rodeado de pobreza,aunque deslumbrante de luz, portento y cantos angélicos, nos recuerda las exigentes condiciones del camino: la primera Navidad no fue “coser y cantar”. 

Un nacimiento trae gozo y amor, así como la responsabilidad por una nueva vida. La Sagrada Familia es ejemplo de devoción al recién nacido, por encima de amenazas y dificultades. El mundo civilizado, sin embargo, va olvidando disimuladamente este deber para con la vida que quiere comenzar.

Los sucesores de Herodes, tirano que ordena la masacre de los pequeños con el solo propósito de eliminar preventivamente toda amenaza a su posición, vuelven para tronchar la vida de inocentes e indefensos, ordenando y organizando la matanza, a escala que el tirano nunca soñó, para que los privilegiados sigan disfrutando sus privilegios.

Según nuestra tradición, un niño siempre nacía “con su arepa bajo el brazo”, y con esta premisa las familias, de mayores o menores recursos prohijaron generaciones de compatriotas que, trabajando y formándonos, surtimos la materia prima de una nueva nación. Hoy ese proceso histórico es olvidado bajo la presión de intereses egoístas, acicateados por una estrategia global que enarbola dudosos lemas tecnocráticos.Quebrantamos el precepto divino, “creced y multiplicaos”,lo cual, reemplazándolo con las consignas abortistas de la agenda global.

Aproximadamente cien mil niños al año son víctimas, en cada país europeo, de esta forma de ejecución prenatal. Es una incalificable mortandad que va incrementándose conbeneplácito de los organismos internacionales. El martirio de San Esteban se entreteje con el espanto de los Santos inocentes.

El aborto, clandestino o permitido y estimulado legalmente, es sólo una monstruosa punta del iceberg. Denuncia el Papa Francisco «ochenta y cinco millones de niños, olvidados por todos: los niños soldado, los menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños refugiados y los niños abortados

La mitad de los millones de migrantes que huyen de condiciones infrahumanas, arrostrando toda clase de riesgos, son niños.

En un planeta donde las banderas de protección al menor ondean clamorosamente, el exterminio de los niños continúa, con los ropajes de una serie de argumentos “humanitarios” y con la complicidad de quien hace el sordo ante los hechos.Jamás tendremos las cifras de cuántos menores, entre lactantes y adolescentes, han caído víctimas en el desasistido éxodo de venezolanos por trochas y caminos. Posiblemente su número equivalga al de las víctimas de la trágicapandemia que nos azotó.No hay que dejarse llevar por las consignas y razonamientos prefabricados que permiten la popularización de nuevas matanzas de Santos Inocentes. No podemos ser cómplices, debemos adoptar una posición firme contra «La amenaza más grande que sufre la paz hoy» antes que termine por extinguirse la humanidad.

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