DOMINGO DE RAMOS - B
- MONICIÓN DE ENTRADA
- MONICIÓN EVANGELIO DE BENDICIÓN DE LAS PALMAS
- Evangelio de la bendición de las Palmas
- PRIMERA LECTURA
- Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
- SEGUNDA LECTURA
- Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
- Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 1—15, 47
- Oración de los Fieles (Peticiones del Domingo de Ramos)
- Oración de Comunión Espiritual para el Domingo de Ramos
MONICIÓN DE ENTRADA
Sean bienvenidos, hermanos y amigos. Hoy es Domingo de Ramos. Entramos en la Semana Mayor, la gran semana de los cristianos. Desde ahora todo está revestido del misterio insondable del amor de Dios en su Hijo Jesús. La Liturgia de la Palabra de hoy nos presenta al Mesías viviendo un cambio radical de escenario: del triunfo de la aclamación al fracaso de la muerte, y muerte en cruz. Pongámonos de pie, y con nuestros ramos y cantos aclamemos a Jesús que viene “en el nombre del Señor”.
MONICIÓN EVANGELIO DE BENDICIÓN DE LAS PALMAS
Un pobre pollino, mantos, palmas y gritos de júbilo proclaman la realeza de Cristo, anuncio de lo que testificará con su resurrección.
Procesión de las palmas
Evangelio de la bendición de las Palmas
Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:
—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.
¡Hosanna en el cielo!».
Palabra del Señor.
O bien
Bendito el que viene en nombre del Señor
Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 12-16
En aquel tiempo, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palma, gritando:
—«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el que es rey de Israel!».
Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba escrito:
«No temas, ciudad de Sión,
mira a tu rey que llegamontado en un borrico».
Sus discípulos no comprendieron esto a la primera, pero, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que habían hecho con él lo que estaba escrito.
Palabra del Señor.
Santa Misa
La misa de este domingo tiene tres lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral aconseje lo contrario.
Dada la importancia de la lectura de la historia pasión del Señor, el sacerdote teniendo en cuenta la índole peculiar de cada asamblea en concreto, podrá leer, si es necesario, una sola de las dos lecturas que preceden al evangelio, o bien leer únicamente la historia de la pasión, incluso en su forma más breve.
Estas normas sólo tienen aplicación en las misas celebradas con la participación del pueblo.
MONICION PRIMERA LECTURA (Isaías 50,4-7)
En lugar del rey poderoso, que se impone por la fuerza, Isaías describe al Salvador como el Siervo obediente que acepta cargar sobre sí los males del mundo. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído;
y yo no me he revelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido;
y sé que no quedaré avergonzado.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.
MONICION SEGUNDA LECTURA (Filipenses 2,6-11)
Pablo nos regala hoy una de las más bellas fotografías de Jesús: siervo humilde, hijo obediente y Señor, para gloria de Dios Padre. Escuchemos.
SEGUNDA LECTURA
Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Hermanos:
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y
una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
—en el cielo, en la tierra, en el abismo—,
y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!»,
para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
MONICION EVANGELIO (Marcos 14,1-15,47)
Marcos nos presenta hoy el aspecto dramático y amargo de la Pasión y Muerte de Jesús: silencio, dolor, confusión, palabras malentendidas, y al final un grito fuerte, carente de palabras, misteriosísimo... Abramos el oído, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para la proclamación del Santo Evangelio.
EVANGELIO
Pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte
Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 1—15, 47
C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S.— «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».
Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:
S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
—«Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta».
Prometieron dinero a Judas Iscariote
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?
C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».
C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la cuidad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?". Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo
C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:
—«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».
C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Seré yo?».
C. Respondió:
—«Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!».
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
—«Tomad, esto es mi cuerpo».
C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:
—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:
—«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas". Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea».
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan, yo no».
C. Jesús le contestó:
—«Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres».
C. Pero él insistía:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C. Y los demás decían lo mismo.
Empezó a sentir terror y angustia
C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
—«Sentaos aquí mientras voy a orar».
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
—«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando».
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
—«¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».
C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
—«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil».
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:
—«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».
Prendedlo y conducidlo bien sujeto
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto».
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —«¡Maestro!».
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
—«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».
C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:
S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres"».
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?».
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:
S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?...».
C. Jesús contestó:
—«Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo».
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:
S. —«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?».
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —«Haz de profeta».
C. Y los criados le daban bofetadas.
No conozco a este hombre que decís
C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno».
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir».
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —«Éste es uno de ellos».
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:
S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —«No conozco a ese hombre que decís».
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
—«Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:
S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».
C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —«¡Crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S.— «¡Crucifícalo!».
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.
Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron
C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
—«Eloí, Eloí, lamá sabktaní».
C. Que significa:
—«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —«Mira, está llamando a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S.—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».
C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
José rodó una piedra a la entrada del sepulcro
C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.
Palabra del Señor.
O bien más breve
Lectura del santo evangelio según san Marcos 15, 1-39
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. Él respondió:
—«Tú lo dices».
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:
S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».
C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:
S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —«¡Crucifícalo!».
C. Pilato les dijo:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —«¡Crucifícalo!».
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado
C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.
Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron
C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar
C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz».
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Jesús, dando un fuerte grito, expiró
C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
—«Eloí, Eloí, lamá sabktaní».
C. Que significa:
—«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —«Mira, está llamando a Elías».
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —«Realmente este hombre era Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Oración de los Fieles (Peticiones del Domingo de Ramos)
Oramos al Padre, en este comienzo de la Semana más grande que el mundo ha podido vivir: La entrega de un hombre que dio su vida para salvar a toda la humanidad.
R. – POR LA PASIÓN DE TU HIJO, ESCÚCHANOS.
1.- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes; para que iluminados por el Espíritu de Dios ayuden a todos sus fieles a vivir con profundidad esta semana de gracia.
OREMOS.
2.- Por todos los que sufren en su cuerpo o en su alma; para que acercándose a la luz de Cristo, encuentren alivio y salida a su dolor.
OREMOS.
3.- Por las naciones que viven en conflicto, en desacuerdos; para que al mirar a Cristo en su Cruz, descubran lo que significa el perdón que lleva a la paz.
OREMOS
4.- Por las familias que no encuentran la paz debido a situaciones de desamor; para que al ver el amor de Cristo entregado, descubran que el amor supone renuncia y entrega.
OREMOS
6.- Por los que estamos aquí reunidos; para que vivamos esta Semana Santa desde la profundidad y la admiración que nacen de contemplar a Cristo con los ojos del alma.
OREMOS
Padre, pon en nuestra alma sentimientos de misericordia para recorrer, cada uno, nuestro camino de salvación junto al Señor. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Fuente: https://alforjasdepastoral.wordpress.com/2020/03/31/oracion-de-los-fieles-domingo-de-ramos-6/
Oración de Comunión Espiritual para el Domingo de Ramos
Jesús, Rey de reyes y Señor de señores,
En este Domingo de Ramos, me uno a la multitud que te aclamaba en tu entrada triunfal a Jerusalén. Con alegría y esperanza, te reconozco como mi Salvador y Redentor.
Aunque no puedo recibirte físicamente en la Eucaristía, te deseo con todo mi corazón. Anhelo unirme a la procesión celestial que te acompaña en tu camino hacia la cruz.
Que mi corazón sea como Jerusalén, adornado con las ramas de la fe, la esperanza y el amor. Que mis manos te aclamen con fervor y mis labios proclamen tu alabanza.
Te pido que me concedas la gracia de seguirte con paso firme en el camino del Calvario, para que pueda resucitar contigo a la vida nueva.
Acompáñame en este día, Señor Jesús, y que tu entrada triunfal en Jerusalén sea también la entrada triunfal en mi corazón.
Amén.
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