

- Misa vespertina de la Cena del Señor.
- MONICIÓN DE ENTRADA
- Ritos iniciales y liturgia de la Palabra
- Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 2ª Lectura: 1Co 11,23-36
- Lavatorio de los pies
- Liturgia Eucarística
- ORACIÓN DE LOS FIELES (peticiones)
- Oración después de la comunión
- Traslación del Santísimo Sacramento
Color litúrgico: Blanco.
Se suele usar la el Canon Romano o la Plegaria I.
Misa vespertina de la Cena del Señor.
Según una antiquísima tradición de la Iglesia, en este día se prohíbe todas las misas sin asistencia del pueblo. En la tarde, a la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, con la participación de toda la comunidad local y con la intervención, según su propio oficio, de todos los sacerdotes y ministros. La sagrada comunión se puede distribuir a los fieles sólo dentro de la misa; pero a los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
MONICIÓN DE ENTRADA
La Iglesia tiene hoy tres motivos para celebrar. El Señor instituye el mandamiento del amor, pues nuestra vida sin amor, se vuelve estéril y un entero fracaso, por eso se abaja de su categoría de Dios y lava los pies a sus discípulos. También, instituye el eterno memorial para nuestra salvación, la Eucaristía, donde él mismo se ofrece en cuerpo y sangre para salvarnos. Y finalmente, el Orden sacerdotal; en sus apóstoles, va fundando una Iglesia que adquiere sentido desde el servicio, estableciendo pastores para apacentar a su pueblo. Empecemos pues con alegría esta celebración, que el amor nos una, la eucaristía nos fortalezca y en el servicio de los sacerdotes podamos sentir cómo el Señor nos bendice grandemente.
Ritos iniciales y liturgia de la Palabra
El sagrario debe estar completamente vacío. Conságrese en esta misa suficientes hostias, de modo que alcancen para la comunión del clero y del pueblo, hoy y mañana. Se dice Gloria. Mientras se canta este himno, se tocan las campanas. Terminado el canto, las campanas no vuelven a tocarse hasta la Vigilia Pascual.
Oración colecta
Dios nuestro, que nos ha reunido para celebrar aquella Cena en la cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor, concédenos alcanzar por la participación en este sacramento, la plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
Monición a la Primera Lectura (Éxodo 12, 1-8. 11-14):
En esta lectura, recordamos la primera Pascua, cuando Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. La sangre del cordero, símbolo de la vida, protegió a los israelitas de la muerte. Esta celebración prefigura la nueva Pascua que Jesús inaugurará con su muerte y resurrección.
Escuchemos con atención este relato que nos recuerda el amor liberador de Dios.
Lectura del libro del Éxodo. 1ª Lectura: Ex 12,1-8.11-14.
En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: ‘El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin lavadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habiten ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua.” Palabra de Dios.
Salmo responsorial (Sal 115)
R./: Gracias, Señor, por tu sangre que nos salva.
L./: ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. / R
L./: A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado,
a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. / R
L./: Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. / R
Monición a la Segunda Lectura (San Pablo a los Corintios 11, 23-26):
San Pablo, en su carta a los Corintios, nos recuerda la institución de la Eucaristía por parte de Jesús. En la última cena, Jesús compartió el pan y el vino con sus discípulos, instituyendo un sacramento que nos recuerda su entrega por la humanidad.
Escuchemos con atención este texto que nos recuerda el significado central de la Eucaristía en nuestra fe.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 2ª Lectura: 1Co 11,23-36
Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él.” Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (San Juan 13, 1-15):
El Evangelio nos narra el lavatorio de los pies, un gesto de humildad y servicio que nos invita a seguir el ejemplo de Cristo. Jesús, a pesar de ser el Maestro, se postra ante sus discípulos y les lava los pies. Este gesto nos enseña la importancia del amor, la entrega y el servicio al prójimo.
Escuchemos con atención este relato que nos invita a vivir como verdaderos discípulos de Jesús.
Lectura del santo Evangelio según san Juan. Evangelio: Jn 13,1-5.
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En este caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios”. Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque yo lo soy. Pues si yo, que soy Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes los hagan”. Palabra del Señor.
En la homilía se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta misa, es decir la institución de la Sagrada Eucaristía y el Orden Sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna. Después de la homilía, donde lo aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de los pies.
Lavatorio de los pies
MONICIÓN AL LAVATORIO DE LOS PIES
En la escena del lavatorio de los pies, Jesús lo que hace es ofrecer su amor sin límites y quiere decirnos algo nuevo a los que nos hemos reunido con Él para celebrar la Pascua. Al mundo de hoy le resulta muy difícil entenderlo, pero sólo este es el verdadero amor. Para amar en serio hay que despreciar los puestos de honor, hay que doblar las rodillas para servir y hay que abrir las manos para compartir. En nosotros, ha de resonar el imperativo de Jesús: “Hagan esto en memoria mía”.
Los varones y mujeres designados para el rito van, acompañados por los ministros, a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible. El celebrante, quitada la casulla si es necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca. Mientras tanto, se hace algún canto apropiado. Inmediatamente, después del lavatorio de los pies o, si éste no tuvo lugar, después de la homilía, se hace la Oración universal. No se dice Credo.
Liturgia Eucarística
Al comienzo de la Liturgia Eucarística, puede organizarse una procesión de los fieles, en la que se lleven dones para los pobres.
ORACIÓN DE LOS FIELES (peticiones)
En esta tarde en la que anticipemos el misterio pascual de Cristo y celebramos su amor, oremos con cordial confianza al autor de nuestra salvación. Digamos:
R./Cristo, Pan de vida, escucha nuestra oración.
1.En esta tarde santa, en la que Cristo hecho Eucaristía se da a su Iglesia pidamos por ella, para que proclame a nuestra humanidad la fuerza salvadora del Sacramento del Amor. Oremos a Cristo, Pan de vida.
2.En esta tarde santa, en que Jesús quiso prolongar su sacerdocio eterno, oremos por el santo Padre y por todos los que han sido ungidos para actualizar el sacrificio redentor de Cristo, para que encarnen en sus vidas lo que celebran en el altar. Oremos a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
3.En esta tarde, en la que Cristo fue entregado por uno de sus amigos, oremos por los que hoy le traicionan derramando sangre inocente, profanando el amor, renegando de su fe; para que la fuerza del misterio que celebramos se haga vida en sus corazones y en los de todos los que fuimos predestinados para el amor. Oremos a Cristo, nuestra Víctima Pascual.
4. En esta tarde santa, en la que Jesús nos quiere unidos en comunión, oremos por el pueblo de Israel y por los que no le reconocen como el Mesías de Dios, el Salvador que tenía que venir. Oremos a Cristo, nuestro Salvador.
5. En esta tarde, en la que Cristo oró por sus amigos, oremos por nuestra Comunidad parroquial, por nuestros enfermos, por los que entregan su vida por el Evangelio y por los que viven alejados de Dios; para que el paso del Señor les alcance la paz, la salud, el perdón y el gozo de su cercanía y amistad. Oremos a Cristo, nuestro hermano.
6. En esta tarde santa, en que Jesús nos dejó en mandato del amor, oremos por todo el pueblo de Dios, para que reunido en torno al banquete Pascual, y alimentado de su Cuerpo y de su sangre, seamos capaces de crear una fraternidad universal siendo constructores de la paz y la justicia que Él nos mereció. Oremos a Cristo, Príncipe de la paz.
Señor Jesús, que antes de derramar tu Sangre por nuestra salvación quisiste quedarte en la Eucaristía para ser nuestro alimento y nuestra vida, concédenos gustar el Sacramento del amor y ser signos de tu presencia en medio de los hombres. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R./ Amén
Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos el memorial de la muerte de tu Hijo, se realiza la obra de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración después de la comunión
Señor, tú que nos permites disfrutar en esta vida da la Cena instituida por tu Hijo, concédenos participar también del banquete celestial en tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Traslación del Santísimo Sacramento
Dicha la oración después de la Comunión, el sacerdote, de pie ante el altar, pone incienso en el incensario y, arrodillado, inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Enseguida recibe el paño de hombros, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño. Se forma entonces la procesión para llevar al Santísimo Sacramento a través del templo, hasta el sitio donde se le va a guardar. Va adelante un acólito, con la cruz alta; otros acólitos acompañan al Santísimo Sacramento con ciriales e incienso. El lugar de depósito debe estar preparado en alguna capilla convenientemente adornada. Durante la procesión, se canta el himno Pangue lingua (excepto las dos últimas estrofas) a algún otro canto eucarístico. Al llegar la procesión al lugar donde va a depositarse el Santísimo Sacramento, el sacerdote deposita el copón y, poniendo de nuevo incienso en el incensario, lo inciensa arrodillado, mientras tanto se canta la parte final del himno Tantum ergo. Para resaltar el sentido litúrgico del monumento evítese exponer el Santísimo en la custodia. Enseguida se cierra el tabernáculo o la urna del depósito. Después de unos momentos de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y vuelven a la sacristía. Enseguida se desnuda el altar y, si es posible, se quitan del templo las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo. Exhórtese a los fieles, según las circunstancias y costumbres del lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo, en la noche, a la adoración delante del Santísimo Sacramento. Esta adoración, después de la media noche, hágase sin solemnidad.
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