Moniciones Y Lecturas Del Evangelio de Hoy Domingo 26 De Marzo del 2023- Quinto Domingo De Cuaresma



Tips Liturgicos del Día de hoy

Contenido de este artículo

Color Morado. QUINTO DOMINGO DE CUARESMA.

Se Celebra Misa del domingo, Credo, prefacio propio. Se prohíben otras celebraciones, incluso la Misa exequial.

Citas Biblicas: 1ª Lectura: Ez 37,12-14; Salmo: Sal 129; 2ª Lectura: Rm 8,8-
11; Evangelio: Jn 11,1-45 (o bien más breve) Jn 11,3-7.17.20-27.33-45).
LITURGIA DE LAS HORAS: del domingo.


*En este domingo se celebra el tercer escrutinio preparatorio para el
Bautismo de los catecúmenos que van a ser admitidos a los sacramentos
de la Iniciación Cristiana en la Vigilia Pascual (Cfr. Ritual de la iniciación
cristiana de adultos, nn. 174-180).

Lunes de la 5ª semana de Cuaresma. Ciclo A.


Lecturas y Evangelio de Hoy en Audio


MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos, hermanos y amigos. Que el Señor siga derramando sobre nosotros su misericordia y nos conceda un corazón agradecido.

Estamos en el Quinto Domingo de Cuaresma. La Liturgia de la Palabra de hoy nos exhorta a la Vida. Jesús nos invita a salir de nuestros sepulcros, a salir de nuestros desalientos: nos devuelve las ganas de vivir. Jesús es la Resurrección y la Vida porque está lleno del Espíritu, de esa nota alegre, de esa palabra de ánimo que nos ayuda a recobrar la sonrisa, levantar la frente, recibir el viento, revivir la esperanza. Él nos anima a resucitar porque nos hace ver una vida nueva que sí vale la pena vivir. 

Seguros de la Presencia del Resucitado y Resucitador aquí y ahora entre nosotros, pongámonos de pie y celebremos con gozo esta Eucaristía.


MONICIÓN PRIMERA LECTURA

Ante un pueblo desterrado e inundado de tristeza, Ezequiel enciende sus corazones de esperanza afirmando en nombre de Dios: “Les infundiré mi Espíritu y vivirán.” Y el Señor siempre cumple lo que promete. Escuchemos.


PRIMERA LECTURA

Os infundiré, mi espíritu, y viviréis


Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14

Así dice el Señor:

—«Yo mismo abriré vuestros sepulcros,
y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío,
y os traeré a la tierra de Israel.

Y, cuando abra vuestros sepulcros
y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío,
sabréis que soy el Señor.

Os infundiré mi espíritu, y viviréis;
os colocaré en vuestra tierra
y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago».

Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.


Salmo responsorial: Salmo 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8 (R.: 7)

R. Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
así infundes respeto. R.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.


MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (Romanos 8,8-11)

Pablo nos recuerda que en Cristo muerto se entierra nuestra muerte, y en Cristo vivo resucita nuestra vida. Somos criaturas nuevas, alentadas por su Espíritu. Escuchemos con atención.


SEGUNDA LECTURA

El espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 8-11

Hermanos:

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Palabra de Dios.


Aleluya Jn 11, 25a. 26

Yo soy la resurrección y la vida
–dice el Señor–;
el que cree en mí no morirá para siempre.


MONICIÓN DEL EVANGELIO (Juan 11,3-7.17.20-27.33 b-45)

Hoy Jesús nos trae esta maravillosa Noticia: quien cree en él, aunque haya muerto vivirá. Y ante la tumba de su amigo muerto, Jesús lo llama por su nombre y lo invita a ponerse de pie. Pongámonos también nosotros de pie, y abramos el oído, la mente y el corazón para acoger su Palabra.


EVANGELIO DE HOY

Yo soy la resurrección y la vida


 Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.

Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo:

—«Señor, tu amigo está enfermo».

Jesús, al oírlo, dijo:

—«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.

Sólo entonces dice a sus discípulos:

—«Vamos otra vez a Judea».

Los discípulos le replican:

—«Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?».

Jesús contestó:

—«¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz».

Dicho esto, añadió:

—«Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo».

Entonces le dijeron sus discípulos:

—«Señor, si duerme, se salvará».

Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.

Entonces Jesús les replicó claramente:

—«Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa».

Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:

—«Vamos también nosotros y muramos con él».

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:

—«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

—«Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Jesús le dice:

—«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

—«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:

—«El Maestro está ahí y te llama».

Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María a donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:

—«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».

Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó:

—«¿Donde lo habéis enterrado?».

Le contestaron:

—«Señor, ven a verlo».

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:

—«¡Cómo lo quería!».

Pero algunos dijeron:

—«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?».

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús:

—«Quitad la losa».

Marta, la hermana del muerto, le dice:

—«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».

Jesús le dice:

—«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:

—«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».

Y dicho esto, gritó con voz potente:

—«Lázaro, ven afuera».

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

—«Desatadlo y dejadlo andar».

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor.


O bien más breve:

 Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33b-45

En aquel tiempo, las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo:

—«Señor, tu amigo está enfermo».

Jesús, al oírlo, dijo:

—«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.

Sólo entonces dice a sus discípulos:

—«Vamos otra vez a Judea».

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:

—«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo:

—«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

—«Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Jesús le dice:

—«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

—«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó:

—«¿Donde lo habéis enterrado?».

Le contestaron:

—«Señor, ven a verlo».

Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:

—«¡Cómo lo quería!».

Pero algunos dijeron:

—«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?».

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.

Dice Jesús:

—«Quitad la losa».

Marta, la hermana del muerto, le dice:

—«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días».

Jesús le dice:

—«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

Entonces quitaron la losa.

Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:

—«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».

Y dicho esto, gritó con voz potente:

—«Lázaro, ven afuera».

El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:

—«Desatadlo y dejadlo andar».

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor.


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