Viernes de la 8ª semana de Tiempo Ordinario
Años impares
Monición de entrada:
Hermanos y hermanas, bienvenidos a la celebración de la Santa Misa en este Viernes de la VIII semana del tiempo ordinario. Hoy reflexionaremos sobre las lecturas que nos invitan a reconocer y valorar la sabiduría de los antepasados, a alabar al Señor con alegría y a comprender la importancia de la fe en nuestras vidas. Abramos nuestros corazones y dispongámonos a recibir la Palabra de Dios.
Primera lectura (Eclesiástico 44,1.9-13):
En esta lectura del libro del Eclesiástico, se nos recuerda la grandeza de los antiguos patriarcas y cómo Dios los bendijo por su fidelidad. Escuchemos atentamente este pasaje, reconociendo la importancia de seguir el camino del Señor y aprender de aquellos que nos precedieron en la fe.
PRIMERA LECTURA
Nuestros antepasados fueron hombres de bien,
vive su fama por generaciones
Lectura del libro de Sirácida 44, 1. 9-13
Hagamos el elogio de los hombres de bien,
de la serie de nuestros antepasados.
Hay quienes no dejaron recuerdo,
y acabaron al acabar su vida:
fueron como si no hubieran sido,
y lo mismo sus hijos tras ellos.
No así los hombres de bien,
su esperanza no se acabó;
sus bienes perduran en su descendencia,
su heredad pasa de hijos a nietos.
Sus hijos siguen fieles a la alianza,
y también sus nietos, gracias a ellos.
Su recuerdo dura por siempre,
su caridad no se olvidará.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b (R.: 4a)
R. El Señor ama a su pueblo.
O bien:
R. Aleluya.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R.
Monición para el Evangelio
En el Evangelio según San Marcos, Jesús entra en Jerusalén y muestra su autoridad al purificar el templo. Además, nos enseña sobre la importancia de la fe y la oración, y nos exhorta a perdonar a los demás. Escuchemos con atención este pasaje y reflexionemos sobre cómo podemos aplicar estas enseñanzas en nuestra vida diaria.
EVANGELIO
Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos. Tened fe en Dios
Lectura del santo evangelio según san Marcos 11, 11-26
Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, derecho hasta el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce.
Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo:
—«Nunca jamás coma nadie de ti».
Los discípulos lo oyeron.
Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo.
Y los instruía, diciendo:
—«¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblo?". Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos».
Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él.
Cuando atardeció, salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús:
—«Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado».
Jesús contestó:
—«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá.
Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis.
Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas».
Palabra del Señor.
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