Lecturas y Moniciones del Evangelio de hoy Viernes 01 de Noviembre del 2024 - Fiesta de Todos los Santos

Contenido de este artículo

Blanco // TODOS LOS SANTOS; solemnidad // Misa de la solemnidad, Gloria, lecturas propias, Credo, prefacio propio. // Se prohíben otras celebraciones, excepto la Misa exequial. // 1ª Lectura: Ap 7,2-4.9-14; Salmo: Sal 23; 2ª Lectura: 1Jn 3,1-3; Evangelio: Mt 5,1-12a.


Queridos hermanos y hermanas, hoy celebramos la Solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que nos invita a mirar con esperanza a la inmensa multitud de hombres y mujeres que, habiendo vivido su fe con fidelidad, ahora contemplan a Dios cara a cara en el cielo. En este día, la Iglesia nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, a vivir en plenitud nuestra vocación cristiana ya seguir el ejemplo de aquellos que, con su vida, fueron testimonio de amor y entrega. Iniciemos esta celebración, pidiendo al Señor la gracia de aspirar siempre a la santidad.

La primera lectura, tomada del libro del Apocalipsis, nos presenta una visión esperanzadora: una multitud de personas de todas las naciones y lenguas que han alcanzado la salvación. En ellos vemos el testimonio de aquellos que han perseverado en su fe y han sido marcados por el sello de Dios. Escuchemos.

Vi una enorme muchedumbre, imposible de contar,
formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas



    Yo, Juan, vi a un Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar:
    «No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios».
    Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de Israel.
    Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
        «¡La salvación viene de nuestro Dios
        que está sentado en el trono,
        y del Cordero!».
    Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo:
        «¡Amén!
        ¡Alabanza, gloria y sabiduría,
        acción de gracias, honor, poder y fuerza
        a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!»
    Y uno de los Ancianos me preguntó: «¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?»
    Yo le respondí: «Tú lo sabes, señor».
    Y él me dijo: «Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero».

Palabra de Dios.



R. ¡Benditos los que buscan al Señor!

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque Él la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.

Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

San Juan, en su carta, nos recuerda el amor inmenso de Dios que nos hace hijos suyos y nos llama a la santidad. Al contemplar esta promesa de llegar a ser como Dios, comprendemos que la santidad no es algo inalcanzable, sino el destino al que nos invita el Señor. Escuchemos

Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a Él.
Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.
El que tiene esta esperanza en Él, se purifica,
así como Él es puro.Palabra de Dios.


ALELUIA
     Mt 11, 28

Aleluia.
«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados,
y Yo los aliviaré», dice el Señor.
Aleluia.

El Evangelio de hoy nos presenta las bienaventuranzas, el camino de santidad que Jesús propone a sus discípulos. En ellas, Cristo nos enseña que la verdadera felicidad no está en las riquezas ni en el poder, sino en vivir con humildad, misericordia y justicia. Estas palabras son la puerta hacia la vida eterna, el camino que

Alégrense y regocíjense, porque tendrán una gran recompensa en el cielo



    Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de Transjordania.
    Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
    «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
    Felices los afligidos, porque serán consolados.
    Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
    Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
    Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
    Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
    Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
    Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
    Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
    Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».

Palabra del Señor.

Señor y Dios nuestro, te damos gracias porque en este sacramento nos ha dado una prenda de la vida eterna. Te pedimos, Padre, que, fortalecidos por este alimento celestial, imitemos en nuestra vida el ejemplo de los santos, perseverando en el amor, la justicia y la paz. Concede a tu Iglesia la gracia de ser testimonio de santidad en el mundo, ya cada uno de nosotros, la valentía de vivir según las bienaventuranzas que nos enseñó tu Hijo Jesucristo, quien vive y reina por los s.


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