Lecturas Y Evangelio De Hoy Viernes 07 De Abril Del 2023 - VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR


Contenido de este artículo
  1. Tips Liturgicos del Día de hoy
  2. PRIMERA LECTURA DE HOY
  3. Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12
  4. Salmo responsorial: Salmo 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 (R.: Lc 23, 46)
  5. SEGUNDA LECTURA DE HOY
  6. Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
  7. Aleluya Flp 2, 8-9
  8. EVANGELIO DE HOY
  9.  Lectura del santo evangelio según san Juan 18, 1—19, 42

Tips Liturgicos del Día de hoy

Color Rojo

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR;

CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR: como en el Misal.

Citas Biblicas De Hoy : 1ª Lectura: Is 52,13—53,12;
Salmo: Sal 30; 2ª Lectura: Hb 4,14-16; 5,7-9; Evangelio: Jn 18,1—19,42.


LITURGIA DE LAS HORAS: propio. Se recomienda la celebración comunitaria
del Oficio de Lectura y de las Laudes. Los que han participado en la
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Celebración de la Pasión del Señor omiten el rezo de las Vísperas. Se dicen
las Completas del domingo y solemnidades de después de las II Vísperas.
*Día de ayuno y abstinencia.
*Colecta por los Santos Lugares.

  1. En este día, en que “ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo”,
    la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo, y adorando la
    Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz
    e intercede por la salvación de todo el mundo.
  2. La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra
    la Eucaristía; la Sagrada Comunión se distribuye a los fieles solamente
    durante la celebración de la Pasión del Señor; sin embargo, los enfermos
    que no puedan participar en dicha celebración pueden recibirla a
    cualquier hora del día.
  3. Está prohibido celebrar en este día cualquier sacramento, a excepción
    de la Penitencia y de la Unción de los enfermos. Las exequias han de
    celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.
  4. La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del
    mediodía cerca de las tres. Por razones pastorales, puede elegirse otra
    hora más conveniente para que los fieles puedan reunirse más
    fácilmente: por ejemplo, desde el mediodía hasta el atardecer, pero
    nunca después de las nueve de la noche.
  5. El orden de la acción litúrgica de la Pasión del Señor: (I) Liturgia de la
    Palabra, (II) Adoración de la Cruz y (III) Sagrada Comunión, que proviene
    de la antigua tradición de la Iglesia, ha de ser conservado con toda
    fidelidad, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de introducir cambio
    alguno.
  6. El altar debe estar totalmente desnudo, sin manteles ni cruz ni
    candelabros.
  7. Para la proclamación de la Pasión no se llevan ni cirios ni incienso, no
    se hace el saludo inicial al pueblo (“El Señor esté con ustedes”) ni se signa
    el libro. La Pasión ha de ser proclamada por diáconos o presbíteros, o, en
    su defecto, por lectores, reservando al sacerdote, si es posible, la parte
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    correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del
    celebrante antes de la lectura de la Pasión, como se hace antes del
    Evangelio. Terminada la lectura, se dice “Palabra del Señor”, pero no se
    besa el libro.
    En la proclamación de la Pasión del Señor, la asamblea puede
    permanecer sentada durante alguna parte de la lectura.
  8. En la ostensión de la Cruz úsese una única cruz suficientemente grande
    y bella. De las dos formas que se proponen en el Misal para mostrar la
    Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. Este rito ha de hacerse con
    un esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación; tanto la
    invitación al mostrar la Cruz como la respuesta del pueblo háganse con
    canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las
    mostraciones.
  9. Terminada la Comunión, el copón se lleva al lugar preparado fuera de
    la iglesia, o, si lo exigen las circunstancias, se reserva en el sagrario.
    A su debido tiempo se desnuda el altar.
  10. Los ejercicios de piedad como son el “Vía Crucis”, las procesiones de
    la Pasión y el recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María, en
    modo alguno pueden ser descuidados, dada su importancia pastoral. Los
    textos y los cantos utilizados en los mismos han de responder al espíritu
    de la liturgia del día.
    *Este año se omite la memoria obligatoria de San Juan Bautista de la
    Salle.

Celebración de la Pasión del Señor

Ciclo A


PRIMERA LECTURA DE HOY

Él fue traspasado por nuestras rebeliones

Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12

Mirad, mi siervo tendrá éxito,
subirá y crecerá mucho.

Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano,

así asombrará a muchos pueblos,
ante él los reyes cerrarán la boca,

al ver algo inenarrable
y contemplar algo inaudito.

¿Quién creyó nuestro anuncio?,
¿a quién se reveló el brazo del Señor?

Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida,
sin figura, sin belleza.

Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,

como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos,
ante el cual se ocultan los rostros,
despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;

nosotros lo estimamos leproso,
herido de Dios y humillado;

pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.

Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas,
cada uno siguiendo su camino;

y el Señor cargó sobre él
todos nuestros crímenes.

Maltratado, voluntariamente se humillaba
y no abría la boca;

como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.

Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron,
¿quién meditó en su destino?

Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
por los pecados de mi pueblo lo hirieron.

Le dieron sepultura con los malvados,
y una tumba con los malhechores,

aunque no había cometido crímenes
ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento,
y entregar su vida como expiación;

verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Por los trabajos de su alma verá la luz,
el justo se saciará de conocimiento.

Mi siervo justificará a muchos,
porque cargó con los crímenes de ellos.

Le daré una multitud como parte,
y tendrá como despojo una muchedumbre.

Porque expuso su vida a la muerte
y fue contado entre los pecadores,

él tomo el pecado de muchos
e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.


Salmo responsorial: Salmo 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 (R.: Lc 23, 46)

R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil. R.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R.


SEGUNDA LECTURA DE HOY

Aprendió a obedecer y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

Hermanos:

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios.


Aleluya Flp 2, 8-9

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».


EVANGELIO DE HOY

Prendieron a Jesús y lo ataron

 Lectura del santo evangelio según san Juan 18, 1—19, 42

Prendieron a Jesús y lo ataron

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

 —«¿A quién buscáis?».

C. —Le contestaron:

S. —«A Jesús, el Nazareno».

C. Les dijo Jesús:

 —«Yo soy».

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:

 —«¿A quién buscáis?».

C. Ellos dijeron:

S. —«A Jesús, el Nazareno».

C. Jesús contestó:

 —«Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos».

C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

 —«Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».

Llevaron a Jesús primero a Anás

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo».

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. —«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».

C. Él dijo:

S. —«No lo soy».

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:

 —«Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo».

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. —«¿Así contestas al sumo sacerdote?».

C. Jesús respondió:

 —«Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?».

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S.— «¿No eres tú también de sus discípulos?».

C. Él lo negó, diciendo:

S.— «No lo soy».

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S.— «¿No te he visto yo con él en el huerto?».

C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.

Mi reino no es de este mundo

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, a donde estaban ellos, y dijo:

S. —«¿Qué acusación presentáis contra este hombre?».

C. Le contestaron:

S. —«Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».

C. Pilato les dijo:

S. —«Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley».

C. Los judíos le dijeron:

S. —«No estamos autorizados para dar muerte a nadie».

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Jesús le contestó:

 —«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».

C. Pilato replicó:

S. —«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».

C. Jesús le contestó:

 —«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».

C. Pilato le dijo:

S.— «Conque, ¿tú eres rey?».

C. Jesús le contestó:

 —«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

C. Pilato le dijo:

S. —«Y, ¿qué es la verdad?».

C. Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:

S. —«Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Volvieron a gritar:

S. —«A ése no, a Barrabás».

C. El tal Barrabás era un bandido.

¡Salve, rey de los judíos!

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S.— «¡Salve, rey de los judíos!».

C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. —«Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. —«Aquí lo tenéis».

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. —«Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».

C. Los judíos le contestaron:

S. —«Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios».

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. —«¿De dónde eres tú?».

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. —«¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».

C. Jesús le contestó:

 —«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».

¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. —«Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César».

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. —«Aquí tenéis a vuestro rey».

C. Ellos gritaron:

S. —«¡Fuera, fuera; crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. —«¿A vuestro rey voy a crucificar?».

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. —«No tenemos más rey que al César».

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

Lo crucificaron, y con él a otros dos

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. —«No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos"».

C. Pilato les contestó:

S. —«Lo escrito, escrito está».

Se repartieron mis ropas

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:

S. —«No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca».

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.

Ahí tienes a tu hijo. - Ahí tienes a tu madre

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

 —«Mujer, ahí tienes a tu hijo».

C. Luego, dijo al discípulo:

 —«Ahí tienes a tu madre».

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Está cumplido

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

 —«Tengo sed».

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

 —«Está cumplido».

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron».

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor.

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