Mi Miedo a la Guerra

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Sí, no me da pena aceptarlo... ¡le temo a la guerra!

No sé ustedes, pero a mi me aterra la guerra ¿Qué es la guerra sino la destrucción del otro?

Y me entristece decirlo pero la guerra en Venezuela ha empezado hace años.

La guerra en Venezuela

Ha comenzado en cada corazón herido, ha comenzado con mensajes de odio, ha comenzado en paredes rayadas y sucias.

Gestos, palabras y símbolos de odio nos rodean por doquier... y sabes qué es lo peor, que nos hemos acostumbrado a ello.

Acostumbrarnos a los gestos y símbolos belicosos nos hace pensar que es normal. No puede ser normal, no puede ser normal que salgamos de nuestras casas con miedo a ser robados o asesinados.

Palabras de odio, semillas de tempestades

Las palabras son un canal potente, nos hace humanos, somos humanos porque pensamos y sentimos.

La mente tiene una capacidad impresionante para crear, para imaginar y para proyectar. Todo esto lo hacemos por medio de las palabras; son su vehículo.

Las palabras de odio, maximizadas y masificadas por los medios de comunicación social, están creando un caldo de cultivo para la muerte de muchos de nuestros hermanos de la que todos seremos responsables.

Es importante, es urgente, bajarle la intensidad a las palabras, porque engendrarán ríos de sangre si no hacemos todo lo que esté a nuestro alcance para evitarlo.

Gestos de odios, símbolos de muerte

Otro elemento importante para tener en consideración son los gestos y símbolos de odio.

Los símbolos como tienen una capacidad impresionante para aglutinar a ser humano, para unir, para movilizar y para motivar.

Símbolos de odio que, ciertamente, pueden hacer todas estas cosas... pero hacerlo ¿para qué?... cuál es el objetivo final de una estrategia que implique el odio como motor.

Combatir el Odio con Perdón, Combatir la Guerra con Amor

Maestro, ¿Cuántas veces debo perdonar?, le pregunta un discípulo a Jesús. Jesús responde... hasta setenta veces siete, es decir, siempre. A veces no sabemos perdonar, no es fácil hacerlo.

Debemos pedirle a Dios que nos enseñe a amar al otro aunque me caiga mal, aunque no esté de acuerdo con él, aunque no compartamos la religión, los gustos (o disgustos) o ideologías políticas.

Debemos esforzarnos por comenzar a generar ambientes de armonía, gestos y palabras de amor que puedan ser masificadas por los medio de comunicación.

Si no lo hacemos, todos seremos responsables de lo triste que viene, que se vislumbra como peor, de lo peor que ya estamos.

Si también le tienes miedo a la guerra, ayúdame a difundir este artículo en tus redes sociales.

Dios te bendiga.

Padre José Toro

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